jueves, 19 de octubre de 2017

Una inteligencia artificial aprende sola desde cero el juego más difícil

Un programa de Google DeepMind ha sido capaz de enseñarse a sí mismo a jugar al milenario Go de forma imbatible y sin intervención humana en tan solo tres días

Lo que llamamos futuro, esa visión del mundo excitante y a veces escalofriante que nos muestran las películas de ciencia ficción, puede empezar por cosas como esta. Un sofisticado programa de inteligencia artificial llamado AlphaGoZero, desarrollado por la compañía DeepMind de Google, ha sido capaz de enseñarse a sí mismo a dominar el clásico juego de estrategia Go, que muchos consideran más sofisticado que el ajedrez. Y lo ha hecho desde cero, a una velocidad increíble y sin intervención humana.
La investigación de la inteligencia artificial ha avanzado rápidamente en una amplia variedad de campos, pero su gran reto es desarrollar algoritmos que aprendan conceptos desafiantes desde una pizarra en blanco y con competencia sobrehumana. Y eso, según publica la revista «Nature», es lo que ha logrado el nuevo programa.




Una primera versión del software, AlphaGo, se hizo famosa en 2016 al derrotar al campeón mundial de Go Lee Sedol en un torneo. Pero para lograrlo, fue entrenada durante varios meses a través del aprendizaje supervisado basado en millones de movimientos humanos expertos, combinado con el aprendizaje de refuerzo en solitario. El programa requirió 48 TPU (chips especializados que funcionan de forma similar a las redes neuronales).
Pero AlphaGo Zero es mucho más listo. Aprende únicamente jugando contra sí mismo, a partir de movimientos aleatorios, con solo el tablero y las piezas como entradas y sin que ningún humano le diga cómo hacerlo. Convertido en su propio maestro, mejora con cada repetición de juego automático. Usa solo cuatro TPU para «pensar» cada jugada en 0,4 segundos.
Después de tan solo tres días de entrenamiento, lo que incluye casi 5 millones de juegos solitarios (frente a los 30 millones durante varios meses de la primera versión), el nuevo software ya estaba preparado para superar a los jugadores humanos y derrotar a todas las versiones anteriores de AlphaGo por cien juegos a cero. Incluso descubrió por sí mismo algunos de los mismos principios del juego que los humanos han tardado miles de años en conceptualizar y también desarrolló estrategias novedosas.
Un juego inteligente

AlphaGo Zero «muestra cuánto progreso podemos hacer incluso con menos potencia de computación y cero uso de datos humanos», explica Demis Hassabis, confundador y primer ejecutivo de DeepMind. El Go es solo un juego, pero no uno cualquiera. Muy popular en países como China, Corea del Sur o Japón, el objetivo es conquistar el mayor territorio posible posicionando unas piedras blancas y negras sobre un tablero. Las reglas son sencillas, pero las posibilidades múltiples. Edward Lasker, un maestro del ajedrez y gran entusiasta del Go, llegó a decir que «si existen formas de vida inteligente en otros lugares del Universo, casi sin duda jugarán al Go». En cierto sentido, los de DeepMind demuestran que Lasker no estaba equivocado.
«Esta no es la primera vez que una inteligencia artificial aprende por sí misma, pero sí es la primera vez que aprende a jugar a algo tan complejo y bello como es el Go, y ha logrado un desempeño que está por encima del rendimiento del mejor humano. Es un resultado impresionante», explica a ABC Satinder Singh, del Departamento de Ciencias de la Computación e Ingeniería de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, quien ha trabajado en la construcción de agentes artificiales que pueden aprender por sí mismos durante veinte años y es autor de un artículo que acompaña al estudio en «Nature».
Pero jugar al Go no será el único objetivo de esta nueva tecnología, sino que hay otros más ambiciosos y con mayor impacto social fuera del tablero. «En última instancia, queremos aprovechar el algoritmo para ayudar a resolver todo tipo de problemas apremiantes del mundo real como el plegamiento de proteínas o el diseño de nuevos materiales. Si podemos hacer el mismo progreso en estos problemas, AlphaGo tiene el potencial de impulsar la comprensión humana e impactar de forma positiva en nuestras vidas», asegura Hassabis.

viernes, 9 de junio de 2017

El genio que inventó el motor de Google, a quien nadie conoce

El mundo de la ciencia y la tecnología se asemeja a veces a un a una
gran feria de las vanidades.



La búsqueda de la medalla, del premio, del
reconocimiento o -todo junto- la gloria de pasar a la historia como uno
de esos seres humanos que hicieron un aporte al avance de la humanidad,
conducen a injustos olvidos y relegan a un segundo plano a muchos genios
 anónimos. Vivimos rodeados de objetos que nos hacen las cosas más
sencillas, y que fueron creados gracias al ingenio de mujeres y hombres
de los que no conocemos el nombre. Todos podemos enumerar de carrerilla
quiénes eran Tomas Alva Edison, Alexander Graham Bell, Guillermo Marconi
 o Isaac Peral. Pero pocos saben quién fue el ingeniero que descubrió
que las ondas utilizadas por los radares podían utilizarse para cocinar
palomitas de maíz. Aunque la mayoría aprovechemos su idea a diario para
calentar la leche en un horno microondas.


Massimo Marchiori es uno de esos tipos. Su nombre es completamente
desconocido para la mayoría y, sin embargo, es posible que algunos de
los que están leyendo esto ahora hayan llegado hasta esta página gracias
 a él. Porque Marchiori es el matemático que ideó el famoso algoritmo de
 Google. De su cabeza salió el corazón de la bestia, el secreto que ha
llevado a la compañía a convertirse en una de las empresas tecnológicas
más poderosas del mundo. Lo curioso es que Marchiori, después de
presentarla en una conferencia internacional, cedió su idea para que la
desarrollaran Larry Page y Sergey Brin. En una época en la que todos
los  jóvenes relacionados con la tecnología, aunque sea tangencialmente,
 buscan hacerse millonarios y entrar en ese club de rockstars en que se
han convertido los gurús de Internet, Marchiori eligió seguir
investigando. Y no se arrepiente: “ganar dinero para una determinada
empresa y aumentar mi cuenta bancaria no es lo que quiero hacer en la
vida”.





El italiano, que después de pasar algunos años en el MIT vive y
trabaja cerca de Venecia, insiste en que su objetivo siempre fue hacer
algo para mejorar la vida de las personas y que eso no se puede
conseguir desde una compañía que está atada por la cuenta de resultados.
 Por eso, asegura, no envidia a los fundadores de Google, ya que él dice
 que solo necesita “un sitio donde dormir y tiempo para pensar”. Esta
libertad es la que le hace observar el desarrollo de Internet, con
Google a la cabeza, con la distancia analítica de los verdaderos
científicos, y considera que ha llegado la hora de que cambiemos la
forma en que nos relacionamos con la red: “hasta ahora los buscadores
son como el oráculo de Delfos: metes las palabras clave y esperas para
obtener el resultado”.

Marchiori trabaja en un tipo de buscador más dialogante, que incluya
una dimensión social y en el que la inteligencia artificial que se
encuentra detrás nos permita relacionarnos con Internet con mayor
naturalidad. El objetivo, en definitiva, es hacer de la tecnología un
espacio más humano: “aquellos que entienden como se hace la buena
tecnología saben que al final lo que tiene que haber es un corazón
detrás” dice Marchiori. Sin duda, el italiano se merece un lugar en
nuestra memoria; por mucho menos Percy Specser, el inventor del
microondas, tiene un edificio en Massachusetts que lleva su nombre.